La velocidad de procesamiento tiene que ver con la velocidad en la que una persona capta y reacciona a la información que recibe; es por tanto uno de los principales elementos clave en el aprendizaje y rendimiento académico, el desarrollo intelectual, el razonamiento y la experiencia. La lentitud o rapidez no tiene relación directa con el grado de inteligencia, sino con la forma y grado de automatización de las respuestas. Se puede definir como el tiempo que le lleva a una persona hacer una tarea mental, es decir, el tiempo transcurrido entre la comprensión de la información recibida hasta el momento que se responde.
La dupla de investigadores Kahneman- Tversky centrados en estudios de tomas de decisiones y la velocidad que ello demanda, han concluido que el cerebro opera con dos sistemas: un modo intuitivo-rápido y un modo deliberado-lento. Es posible que alrededor del 90% del tiempo el cerebro emplee un funcionamiento intuitivo que actúa en automático, sin esfuerzo y, a menudo, inconsciente e imposible de controlar [1]. Este modo funcionamiento se basa en un pensamiento fácil y sin esfuerzo producto de años de práctica diaria desde el comienzo de la vida que acumula aprendizaje y experiencias que eventualmente permiten intuir y predecir, los comportamientos de otras personas, tomar decisiones, detectar el peligro, reconocer emociones, identificar objetos u orientarse entre muchas otras habilidades.
Intencionalmente para tareas de razonamiento, se utiliza el otro modo de funcionamiento, el tipo deliberado, el cual implica un procesamiento ordenado, secuencial, consciente, explícito, controlado y lógico que se aplica para planificación de proyectos, toma de decisiones importantes, análisis de datos, escritura de ensayos, estudio, solución a problemas, lectura de textos técnicos, aprendizaje de idiomas o evaluación de riesgos.
La concepción de dos sistemas de procesamiento mental, uno intuitivo y otro deliberado se ha denominado Teoría del proceso dual. Dicho planteamiento se ha trasladado al estudio del autismo para proporcionar una explicación sobre las diferencias cognitivas o de funcionamiento mental [2]. Desde esta perspectiva se postula que las personas autistas emplean en mayor grado el procesamiento deliberativo que las personas neurotípicas. La evidencia de esto proviene de pruebas de razonamiento cuyos resultados son consistentes con autoinformes de autistas que tienen dificultades para tomar decisiones rápidamente [3].
Se ha llegado a teorizar que los mecanismos de procesamiento intuitivo están deteriorados en el autismo, pero eso se asociaría a déficits generalizados en cualquier procesamiento que requiera un procesamiento rápido e inconsciente en diferentes dominios y funciones; lo que supondría un impedimento para ejecutar tareas automáticas como montar en bicicleta, hablar, manejar o leer. Así que una posibilidad alternativa es que los mecanismos de procesamiento intuitivo estén intactos, pero que los individuos autistas no utilicen de manera habitual o espontánea este estilo específico de razonamiento y en consecuencia haya una dependencia excesiva del procesamiento deliberativo (idea de hiperdeliberación) [2].
En tal caso, un entorno que brinde el tiempo adecuado para cumplir con las expectativas que faciliten el procesamiento deliberativo potencia las habilidades de la persona autista; ya que razonar lógicamente de forma consistente crea una tendencia en las personas autistas hacia la sistematización que es un impulso para analizar y construir reglas[B]; dicha capacidad para deliberar deriva en fortalezas, el desarrollo de intereses y habilidades académicas en Ciencia, Tecnología, Ingeniería, Artes y Matemáticas [2].
Desafortunadamente, una mayor deliberación o intención puesta en las acciones también puede conllevar riesgos de "sobrecarga de información", lo que en realidad hace que algunas decisiones requieran más esfuerzo y resulten en agotamiento mental o parálisis [3]. Este aspecto tiene un paralelismo con la sobrecarga de información y demanda mayor tiempo para asimilar la situación que se deriva de la atención enfocada en los detalles y no en el significado global que son característicos en personas autistas a causa de la Coherencia Central Débil. En cambio, las personas neurotípicas suelen procesan primero el contexto global para después analizar las partes solo en caso de ser necesario a fin de tomar decisiones con mayor rapidez y facilidad [2]. Una forma de procesamiento consistente con el sistema intuitivo que siempre precede a la deliberación que solo ocurre después de que se han llevado procesos autónomos rápidos e intuitivos y se han rechazado esas conclusiones como una solución viable [2].
La lentitud asociada al procesamiento deliberado surge análisis de reglas y evidencias disponibles, lo que conduce a una dificultad para tomar decisiones rápidamente [3]. Por tanto, el retraso en la respuesta ante situaciones sociales se debe posiblemente a la falta de patrones precisos y replicables que la persona autista trata de hallar con poco o nulo éxito.
Si bien es cierto que las personas en el espectro autista tienden a menos respuestas intuitivas y más deliberativas en comparación con la población general, ciertos contextos o señales pueden ser útiles para los individuos autistas para provocar el uso de la intuición en situaciones relevantes; por ejemplo, la identificación de las demandas que implica una tarea u ofrecer instrucciones precisas para poner atención en el contexto general [2].
Sin embargo, en contextos de razonamiento del mundo real, especialmente ante situaciones sociales cambiantes y novedosas, muchas personas autistas encuentran altamente desafiante ofrecer respuestas veloces y espontáneas a nivel social. Esto se debe a que la atención social, la recompensa social y la capacidad de aprendizaje social, que son procesos intuitivos, están comprometidos en el autismo y los cuales determinan la velocidad de aprendizaje [4]. Aunque el cerebro autista trate de "compensar" esta deficiencia utilizando funciones mentales no sociales como el raciocinio para abordar el desafío de comunicarse e interactuar, pero los resultados pueden ser lentos o desfasados del momento en cuestión.
Con una capacidad intuitiva comprometida para conceptualizar cómo se sienten otras personas y cuáles son sus intenciones, no se pueden predecir eficaz y oportunamente los actos de los demás. Esto dificulta la capacidad de navegar intuitivamente en situaciones sociales y no permite desarrollar la “intuición social”; una herramienta esencial para aplicar reglas sociales en situaciones nuevas.
Mientras que el aspecto social para el promedio de las personas no supone mayor esfuerzo o tiempo al emplear la intuición, para las personas autistas es una lucha agotadora con una carga mental significativa que a veces conduce a crisis explosivas o bloqueos emocionales. Además, la intuición social disminuida conduce a ser víctimas de intimidación, credulidad, candidez, dificultades en el funcionamiento ejecutivo, franqueza excesiva y afecto inapropiado [1].
REFERENCIAS