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Foto del escritorLiz Montejano Fluchaire

¿Todos somos un poquito autistas?

Actualizado: 31 jul


La identificación del autismo como tal se remonta apenas a inicios del siglo pasado, cuando se identificaron personas que mostraban estereotipias o movimientos repetitivos, falta del habla y requerían grandes necesidades de apoyo. Poco a poco se ha descubierto que esta condición no necesariamente deriva en demostraciones evidentes y visibles de una conducta; así que los criterios que lo caracterizan se han transformado en función de una mayor comprensión de esta forma particular en que funciona el cerebro y han generado que personas sin signos evidentes sean identificadas como autistas. Pero esta identificación, hasta el momento solo puede hacerse mediante observaciones, entrevistas y evaluaciones puesto que no existe aún una prueba de fuego (como una prueba de laboratorio o marcador biológico) que determine la presencia o no de autismo.


Esta complejidad y falta de claridad provoca que incluso dentro de la comunidad de profesionales de la salud aún no se cuente con la preparación suficiente y actualizada para realizar el diagnóstico oportuno y correcto. También provoca que en el imaginario de la población en general, el concepto de autismo sea muy ambiguo y que todo ello derive en percepciones personales de lo que cada quien entiende por autismo.


Este problema de comprensión se refuerza porque en realidad “No existe un único comportamiento o conjunto de comportamientos mostrados por la persona autista que no pueda observarse en las personas no autistas” [1]. En consecuencia, la manera de entender quién podría ser autista nace de asociaciones simples al comparar una conducta entre personas dentro y fuera del espectro autista y concluir que dicho comportamiento “extraño” también se presenta en alistas (personas no autistas) aunque con menor intensidad y que por tanto se puede ser “un poquito autista”.


Es un hecho irrefutable que no existe una conducta exclusiva del autismo, y para evidenciar este hecho Nick Chown plantea la pregunta “Si hay rasgos exclusivos del autismo, ¿por qué suele ser tan difícil de diagnosticar?”[2]. Esto conduce a pensar que hay algo detrás de la conducta que refiere al autismo, y esto en realidad tiene que ver con la forma en que el cerebro autista procesa la información, es decir, los autistas presentan diferencias a nivel cognitivo (leer más en "procesamiento de la información") que son resultado de anomalías a nivel anatómico y fisiológico del cerebro. Se tiene conocimiento de estas diferencias neurobiológicas a través de estudios de neuroimagen y experimentos cognitivos de laboratorio, y por eso se sabe que, aunque exista "un mismo comportamiento [este] puede tener diferentes fundamentos"[3]. Sin la debida consideración de tales "fundamentos", se perpetua el malentendido de que las personas pueden ser "un poco autistas".


Además, debe de recordarse que los avances en el estudio del autismo ha llevado a considerar que el espectro autista no es una escala lineal de menor a mayor grado, una concepción en la que se ajustaría la idea de ser "un poquito autistas", sino un gradiente en que confluyen varios aspectos con diferentes intensidades y que además se relacionan con distintas comorbilidades (leer más en ¿Qué es el autismo?).


Por eso, ante una manifestación aparentemente autista hay que analizar si esto es un hecho aislado o forma parte de una constante a lo largo de la vida de la persona, pero especialmente es importante analizar la causa que subyace a la conducta, es decir, qué estímulo y proceso mental están implicados pues ello se relaciona con una forma específica de funcionamiento del cerebro.


Por ejemplo, puede sentirse el deseo de mantener organizada una estantería de libros de forma específica argumentándose que ello tiene que ver con la necesidad de tener una rutina como lo haría un autista (no todos los autistas hacen esto, es un ejemplo). Habría que analizar si esa conducta se debe a un hábito impuesto en la infancia, una estrategia para hallar rápidamente los libros, una deformación profesional por ser bibliotecónomo o parte de una técnica de decoración.


En cambio, podría tratarse de uno de tantos comportamientos de la persona autista por identificar patrones en su entorno, en este caso el tema, color o tamaño de los libros. La búsqueda de patrones es una tendencia natural por sistematizar y clasificar el entorno como una estrategia por reducir la sobrecarga sensorial. Así que la categorización de libros hecha por un autista podría responder a una manera de evitar un cuadro de ansiedad por la sobrecarga de estímulos que crean libros dispuestos sin un orden identificable.



organización de libros


Entonces, una conducta por sí misma no convierte a alguien en autista, mucho menos de forma parcial, (se es o no autista); sin embargo, el conjunto de patrones conductuales con deficiencias en el aspecto psicosocial producto de un funcionamiento del cerebro diferente, sí pueden crear la sospecha de autismo.


La concepción superficial del autismo en que los “rasgos autistas” están presentes en toda la población, como si tan sólo de un aspecto de la personalidad se tratara, alimenta mitos y estigmas sobre el TEA y además niega a las personas realmente autistas la oportunidad de comprenderse mejor a sí mismas [4]. Frases como “al final todos somos un poco autistas” provocan invalidación ante una trayectoria de vida que suele estar asociada a alguno o varios de las siguientes situaciones: bullying, fracaso escolar, acoso sexual, rechazo social, diagnósticos psiquiátricos erróneos, terapia de lenguaje, ayuda por problemas de aprendizaje, desarrollo en enfermedades comórbidas y conductas suicidas.


En cambio, una concepción del autismo bien informada nutre la inclusión respetuosa y acepta que “los individuos autistas comparten un tipo neurológico, cualitativamente diferente al de los no autistas, y que necesariamente impactará, tanto positiva como negativamente, en: aspectos de su pensamiento, aprendizaje, procesamiento sensorial, relaciones sociales, estilo comunicativo, habilidades y preferencias. La experiencia de una persona autista y su capacidad para tener éxito en el mundo dependerán de la estrecha compatibilidad entre su perfil individual de habilidades y dificultades y su entorno físico y social. Los niveles de sensibilidad a los factores ambientales varían entre individuos y dentro del mismo individuo a lo largo del tiempo, de modo que la presentación del autismo cambia constantemente. Sin embargo, el tipo neurológico de una persona permanece constante y ser autista es una identidad para toda la vida”[5].

Referencias


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