Toda circunstancia desencadena en las personas estados psicológicos, llamados emociones, que pueden tener tanto un origen interno (recuerdos) como un origen externo (eventos) y que en conjunto actúan como disparadores. El miedo, disgusto, ira, sorpresa, alegría y tristeza, son las emociones universales que influyen en la toma de decisiones de la vida diaria y poseen tres componentes:
1. Percepción personal que crea un significado particular y subjetivo.
2. Respuesta corporal
3. Respuesta conductual influida por las normas socioculturales.
La capacidad del cerebro para relacionar la emoción percibida con la respuesta corporal y respuesta conductual, permite identificar y verbalizar la emoción de la que se trata tanto para sí como para otros. Sin embargo, el 10% [1] de la población tiene dificultades en esta habilidad, debido a la alexitima (sin palabras para las emociones); la cual no es una condición en sí misma sino un síntoma que se presenta en diversos tipos de trastornos mentales.
Los individuos alexitímicos suelen presentar problemas interpersonales, dificultades para describir sus emociones, mala regulación afectiva y una capacidad deteriorada para reconocer sensaciones corporales [2-4]; saben que se está experimentando una emoción, pero no se puede precisar el tipo u origen o mucho menos hacer la relación con las respuestas conductuales o corporales. De acuerdo al creador de este término, el psicólogo Sifneos, la alexitimia restringe la capacidad de una persona para elaborar sentimientos internos, participar en pensamientos abstractos y apreciar la posibilidad de que los síntomas somáticos puedan ser la manifestación de un malestar psíquico.
Los estudios más recientes demuestran que estos síntomas con producto de una disfunción o de una conectividad reducida entre las estructuras límbicas [2] asociado a una amígdala de volumen menor y menos activa durante el procesamiento emocional negativo[5]. Por tanto, existe una base neurológica en la alexitimia que produce una diferencia en el procesamiento socioemocional [6], que es parte de los rasgos transdiagnósticos en una variedad de trastornos del desarrollo neurológico, incluido el autismo [7], en el cual su incidencia es particularmente alta: entre el 40 y el 65% de autistas adultos [8,9].
El hecho de que casi la mitad de la población autista tenga síntomas alexitímicos ha llevado a sugerir, mediante la “hipótesis de la alexitimia”, que las dificultades de procesamiento emocional observadas en el TEA se derivan de esta condición coexistente concurrente y no del autismo en sí[2,5]. Bajo ese enfoque se cree que pueden predecirse en mejor medida los problemas de procesamiento de emociones [10].
Como otros síntomas coexistentes, la alexitimia en el TEA no es universal en personas autistas y también se exhibe en diferentes grados, y por ello es posible que haya personas que muestren grados graves de alexitimia sin demostrar síntomas de autismo[2]. Además, los síntomas de una y otra condición afectan de forma distinta el aspecto social[11]:
· Los niveles reducidos de disfrute de la admiración y la sociabilidad se atribuyen al autismo pero no a la alexitimia.
· Los niveles reducidos de disfrute de las interacciones prosociales (el disfrute de tener relaciones amables y recíprocas) y las relaciones sexuales, están asociados a ambas condiciones.
· Mayores niveles de disfrute de la pasividad y potencia social negativa, provienen de la alexitimia pero no del autismo.
Incluso una menor conciencia de las emociones propias y de los demás, reduce la motivación para socializar porque se crea un desánimo ante los desafíos sociales [6] que derivan muchas veces en problemas interpersonales [12] relacionados con:
· Asertividad
· Sociabilidad
· Sumisión
· Intimidad
· Responsabilidad
· Autocontrol
Si particularmente las dificultades se asocian con la imaginación, la fantasía, la excitación emocional y el pensamiento centrado en eventos externos se le denomina alexitimia afectiva. Pero si las dificultades radican en identificar y distinguir entre emociones y sensaciones corporales o verbalizar y analizar las emociones se categoriza como alexitimia cognitiva; la cual es más frecuente en personas autistas [8].
La alta tasa de autistas con alexitimia confomaría un subgrupo del TEA ya que los síntomas alexitímicos se asocian a una amplia gama de deterioros emocionales con necesidades únicas que conllevan retos adicionales, particularmente en torno a la vulnerabilidad y el tratamiento de la salud mental [13]. Simplemente a nivel terapéutico se requiere un enfoque distinto porque se ha constatado que la alexitimia reduce la eficacia de algunas terapias [14], por ejemplo, se sabe que se generan malos resultados tanto en la psicoterapia psicodinámica tradicional como en la terapia de apoyo. Esto se debe a que la mayoría de los enfoques psicoterapéuticos suponen que los individuos tienen cierto acceso a sus emociones, pero lo cierto es que los pacientes alexitímicos son incapaces de identificar, diferenciar y articular sus emociones fácilmente. El desafío que esto representa en una terapia, muchas veces produce una reacción negativa en el terapeuta ante la falta de emoción positiva expresada [14]; incluso se cree que complica el establecimiento y mantenimiento de una alianza terapéutica [15].
Las personas alexitímicas saben que no se sienten bien, pero no saben cómo transmitir o describir lo que sienten. Ante la dificultad para hablar espontáneamente sobre las emociones, los síntomas físicos y la atención a los detalles de los acontecimientos adoptan un papel relevante para descubrir la raíz del malestar y por eso muchas veces las formas de comunicación visual son un herramienta importante para decodificar las emociones difusas.
Referencias
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