El humano tiene características que lo definen como tal, sin embargo, cada ser humano tiene un conjunto de particularidades que provocan una diversidad y distinción entre las personas. Algunas variaciones como la religión, la educación o el lenguaje son distinciones que se adquieren conforme avanza la vida; otras en cambio, son parte del individuo desde el momento del nacimiento como el origen étnico, el sexo o los rasgos físicos. Una variación biológica poco advertida es la forma en que funciona el cerebro de las personas, una diferencia humana llamada neurodiversidad. La gama infinita de estilos de funcionamiento del cerebro incluye al total de las personas, porque, así como no existen personas con las mismas huellas digitales tampoco habrá un cerebro igual (leer más en ¿Qué es neurodiversidad?).
Pese a las diferencias que nos hacen únicos como individuos a nivel neurológico, existen formas de funcionamiento neurocognitivo cuya manifestación, formas de interpretación, intercambio de información y obtención de soluciones son muy similares entre sí y sus coincidencias conducen a hacer agrupaciones por tipos de estilo. La mayoría de las personas piensa, percibe y tiene un comportamiento que se considera el más común o normal, porque a pesar de las diferentes fortalezas y habilidades particulares, el cerebro no presenta diferencias neurológicas, es decir, no hay cambios a nivel anatómico o fisiológico en el cerebro. A este estilo de funcionamiento del cerebro se le llama neurotípico y es el más común porque abarca a la mayoría de la población; mientras que a todo estilo fuera de ese patrón típico se le denomina neurodivergente y representa entre el 15 y 20% de la población[1].
En el pasado se empleaba el término neurotípico para designar a personas que no fueran autistas ya que el movimiento de la neurodiversidad partió de estudios sociológicos sobre personas con Síndrome de Asperger (leer más en El paradigma de la neurodiversidad). Posteriormente se acuñó el término alista para denominar a todo estilo de funcionamiento del cerebro que no sea autista y que por lo tanto pueda ser neurodivergente o neurotípico. Sin embargo, este término no ha alcanzado la popularidad suficiente y se ha preferido emplear “no autista” para referir a estadísticas o resultados de estudios científicos donde fue posible precisar si la población estudiada que no presentaba autismo era neurodivergente o neurotípica.
Ahora bien, dentro del porcentaje de población neurodivergente existe una gama amplísima de tipos de cerebro, agrupándose en neurominorías[1]. La mayoría de cerebros neurodivergentes son condiciones con las que se nace (neurominoría del desarrollo), de ellas, algunas están solo relacionadas con habilidades educativas aplicadas como la dislexia o la discalculia y otras con el comportamiento, autocontrol y la comunicación como el autismo o el déficit de atención. Esto haría pensar que la neurodivergencia es un concepto inamovible; pero pueden adquirirse más tarde en la vida a consecuencia de una afectación a la salud (neurominoría adquirida) como el caso de una lesión cerebral, la ansiedad o la depresión.
La importancia del uso de los términos neurodivergente y neurotípico efectivamente puede estar ligado a la visibilización y la abogacía de derechos para minorías, pero también está asociada a la comprensión, identificación y validación de estilos de procesamiento distintos al grueso de la población, a fin de que toda persona reciba las oportunidades y tratamientos adecuados en función del tipo de funcionamiento de su mente. Así como los servicios médicos se ajustan a la etapa de vida o género, por ejemplo, también deberían validarse las diferencias neurológicas para recibir atención psicológica, médica o educativa. Idealmente los profesionales de la salud mental deberían estar capacitados correctamente para reconocer no solo los estados de ánimo sino también los síntomas cognitivos que corresponden a las neurodivergencias; ello evitaría diagnósticos erróneos, tratamientos infructuosos y desarrollo de comorbilidades (leer más en eclipsamiento diagnóstico). Esto se torna mucho más relevante al recordar que la neurodivergencia puede también adquirirse al paso del tiempo y por ende cualquier persona está expuesta a requerir atención acorde a sus circunstancias.
REFERENCIAS
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