La información que es captada por los sentidos llega al sistema nervioso y estimula ciertas áreas cerebrales en donde las neuronas se excitan, si esto sucede con facilidad pronto se alcanza el límite u umbral en que se provoca una respuesta. Así que, una respuesta rápida de las neuronas ante el estímulo provoca una saturación o sobreestimulación (umbral bajo), por ejemplo cuando una persona no tolera un ambiente ruidoso y se tapa los oídos. Mientras que una respuesta lenta requiere mayor estimulación para provocar una respuesta en la persona (umbral alto); por ejemplo, cuando una persona no expresa dolor por una herida significativa.
Por tanto, la cantidad e intensidad de estímulo necesario para que una neurona responda hacia la información sensorial establece un espectro de respuesta de bajo a alto que determina el umbral neurológico de la persona. Dicho límite o umbral está condicionado por la capacidad de regulación neuronal que busca un equilibrio entre la excitación y la inhibición de estímulos a fin de proporcionar una respuesta conductual. Además, los estímulos detectados por los distintos sistemas sensoriales se procesan de forman distinta en el cerebro y por tanto los umbrales neurológicos no son iguales para todas las modalidades sensoriales [1] (leer más en procesamiento sensorial autista).
Una vez que se alcanza el umbral neurológico se inicia un proceso de interpretación de la información del cual depende la respuesta conductual. Dependiendo del significado que el cerebro asigne, las personas pueden adoptar tanto un rol activo para buscar o evitar estímulos sensoriales como un rol pasivo en el que no existe aparente necesidad de satisfacer o contrarrestar la cantidad o intensidad de información. Esto da como resultado cuatro posibles conductas: Evitación, búsqueda, sensibilidad y bajo registro.
La interacción entre los umbrales y los cuatro tipos de respuestas adaptivas que se generan a favor o en contra de ese umbral conforman el perfil sensorial de la persona, un modelo creado por la Dra. Winnie Dunn que explica los cuatro patrones típicos de respuesta:
Patrón de bajo registro: El ambiente no provee a la persona una intensidad de información sensorial suficiente para poder percibirla y no se aparenta ninguna necesidad de satisfacer su umbral por lo que se adquiere un rol pasivo.
Patrón de búsqueda: En este caso los individuos requieren una gran cantidad de información sensorial, que no reciben de los estímulos cotidianos del ambiente, lo que conlleva a adquirir un rol activo muchas veces asociado con la hiperactividad.
Patrón de evitación: El individuo es capaz de percibir sensaciones de muy poca cantidad o intensidad de información y esto conllevan a que eviten sensaciones de la vida cotidiana.
Patrón de sensibilidad: En este caso los individuos son capaces de percibir sensaciones a pesar de que estas involucren poca intensidad o cantidad de información.
El perfil sensorial se determina a través de un cuestionario estandarizado (creado por Dunn) que evalúa el procesamiento e integración sensorial y cuyo resultado varía de acuerdo al grupo de edad al que el individuo pertenece ya que a edades tempranas se presenta mayor sensibilidad.
Numerosos estudios han demostrado que el perfil sensorial de personas autistas es mucho más acentuado respecto a la población general, especialmente en la infancia. La mayoría de los autistas (94.44%) presentan niveles extremos de disfunción en al menos uno de los cuadrantes [3]. Por eso se considera que en personas con autismo el procesamiento sensorial es muy diferente, y en algunos casos, puede resultar abrumador a tal punto que se considera que está sobrepuesto un trastorno de procesamiento sensorial. Además, los problemas de procesamiento sensorial se agudizan aún más cuando niveles bajos de coeficiente intelectual están asociados al autismo [3].
No existe un perfil sensorial característico de las personas autistas hecho que contribuye a la complejidad para comprender la condición. Además se ha observado que conforme se avanza en la vida las alteraciones de la integración sensorial disminuyen en frecuencia e intensidad; un hecho que sugiere algún tipo de normalización neurológica [4]. Este aspecto es posiblemente una de las causas por las que no se percibe similitud entre las reacciones sensoriales de un niño y un adulto autista, pero también porque el aprendizaje y el desarrollo de estrategias para hacer frente a la problemática también juegan un papel significativo.
Mientras que en la infancia pueden presentarse los cuatro tipos de respuestas conductuales especialmente el de búsqueda, los estudios han demostrado que el perfil sensorial de adultos autistas se modifica con el tiempo. Aunque ciertamente se reduzca la problemática al llegar a la edad adulta, comparativamente los adultos autistas presentan mayores alteraciones que la población en general y por tal razón se considera que es una variable que incide durante toda la vida de la persona dentro del espectro autista. De hecho, el patrón de evitación es el único perfil sensorial con alteraciones que persiste a lo largo de la vida [4], cerca del 78% de adultos autistas muestra reacciones evitativas[3] lo que probablemente se relaciona con crisis de bloqueo tipo shutdown.
Algunos investigadores han sugerido que existe un vínculo entre los problemas de procesamiento sensorial y las dificultades para gestionar la vida diaria [4] debido a las conductas negativas, las dificultades de socialización, los problemas alimentarios y la insistencia en la igualdad (leer más en desregulación). Incluso existe evidencia de que las diferencias en el procesamiento sensorial pueden desempeñar un papel en ciertos comportamientos como la autolesión y el comportamiento estereotipado [4]. Por tal motivo, es importante comprender las diferencias sensoriales a fin de influir en los protocolos de tratamiento y desarrollo de estrategias pertinentes e individualizadas para el desenvolvimiento en el día a día.
Referencias
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