Las interacciones sociales, que inician desde el nacimiento, enseñan a la mente cómo leer instantáneamente a los demás a partir de las innumerables señales no verbales en sus expresiones faciales, corporales, gestuales y verbales. A partir de ello se desarrolla una capacidad intuitiva para conceptualizar cómo se sienten otras personas y cuáles son sus intenciones, así que se puede predecir en cierta medida los actos de los demás. El conjunto de estas experiencias otorga la capacidad de navegar naturalmente en situaciones sociales y desarrollar la “intuición social”; una herramienta esencial para aplicar reglas sociales en situaciones nuevas.
Este proceso es el resultado de años de práctica diaria desde el comienzo de la vida, porque el cerebro humano está programado para interpretar el comportamiento social de manera automática y sin esfuerzo, como producto de la evolución (leer más en “Cerebro social”). Pero debido a las diferencias en el sistema nervioso central propias del autismo, existe una dificultad persistente para emplear el modo intuitivo para reconocer las señales sociales lo cual obstaculiza el aprendizaje social.
No significa que el cerebro autista esté desprovisto de un funcionamiento intuitivo, ya que ello significaría carecer de reflejos corporales, habilidad para aprender acciones mecánicas o reconocer sonidos, sabores u objetos. En cambio, el problema parece radicar en la tendencia del cerebro autista a utilizar un modo deliberado para atender las señales sociales[1], lo cual demanda mucho más esfuerzo y tiempo para llegar a una conclusión o reaccionar ante la situación (leer más en "Velocidad de procesamiento").
El uso de este modo de funcionamiento, es una manera que tiene el cerebro autista para compensar las deficiencias en el área social, utilizando una ruta alterna de tipo racional para procesar señales sociales. En consecuencia, para las personas autistas importan mucho las reglas enseñadas o discernidas intencionalmente, y en cambio todo aquello que no es explícito, estructurado ni bien definido contribuye a la dificultad para comprender las reglas sociales no escritas. Esta tendencia de buscar patrones y un nivel de predictibilidad alto, tal como ocurre con aspectos lógico-matemáticos, interfiere con la comunicación e interacción social que tienen un carácter cambiante y se rigen por normas no universales sino causadas por las circunstancias, el contexto, el momento y tipo de personas.
Pese al esfuerzo para ajustarse al evento social desde el raciocinio, la intuición social está disminuida en personas autistas porque ello demanda respuestas espontáneas, rápidas y adaptadas a cada contexto. Esto se debe a que el aprendizaje social es adquirido sin enseñanza directa desde el inicio de la vida, y las personas neurotípicas aprenden naturalmente a crear predicciones aproximadas sin importar un resultado preciso como lo desearía un autista.
Además, la intuición social es producto de un cúmulo de experiencias que crean esquemas de referencia para resolver problemas sociales y comunicativos en el futuro, aunque estos se vivan por primera vez. Pero las dificultades sociales de personas autistas reducen la posibilidad de acumular experiencias que se conviertan en referencias posteriores, por tanto, hay una menor eficiencia en predecir los comportamientos de otras personas, tomar decisiones, detectar el peligro, reconocer emociones, comprender metáforas o responder ante las amenazas.
Para lograr este cometido, el cerebro emplea el mecanismo de mentalización o Teoría de la Mente para inferir estados mentales (pensamiento, deseos, intenciones…) de otra persona, y utilizar dicha información para interpretar y predecir su comportamiento; pues de esta forma se regula la propia conducta para adaptarse a la situación y actuar de forma esperada al contexto. Pero la competencia social no sólo implica conocer reglas sociales, sino también cómo interpretar situaciones sociales para aplicar esas reglas.
Por eso adquirir la competencia social intuitiva es sumamente complicado para las personas autistas, quienes deben emplear el razonamiento para comprender la situación social valiéndose de instrucciones detalladas basadas en reglas. La socialización se convierte en una lucha agotadora con una carga mental significativa que a veces conduce a crisis explosivas o bloqueos emocionales. Además, la intuición social disminuida se asocia a credulidad, candidez, dificultades en el funcionamiento ejecutivo, franqueza excesiva y afecto inapropiado que eventualmente contribuye a una vulnerabilidad ante acoso escolar, sexual o laboral; también las personas autistas pueden tener un historial de situaciones de abuso, intimidación, manipulación, fraude y culpabilización por delitos no cometidos.
Cabe mencionar, que aun cuando se presentan estas complicaciones en la intuición social, no significa que el total de competencias de percepción, procesamiento e interpretación de la información social (cognición social) están afectadas en las personas autistas. Sucede que la cognición social es un proceso dual compuesto tanto de cognición controlada, lenta y consciente (cognición explícita) como de una cognición espontánea, rápida e inconsciente (cognición implícita). Dichos procesos se combinan y armonizan mediante el lenguaje y las funciones ejecutivas, mismas que están alteradas en personas autistas[3]. Así que hasta el momento se cree que los problemas de socialización que son el sello distintivo del Trastorno del Espectro Autista radican solo en la cognición social implícita y los procesos de combinación entre ambos tipos de cognición; lo cual crea una interferencia al atender automáticamente a la información socialmente relevante y crear respuestas espontáneas, rápidas y adaptadas a las circunstancias.
Sin embargo, las investigaciones señalan que los autistas logran procesar adecuadamente la información social si la atención se dirige de forma intencionada hacia la situación[4]. Un estudio demostró que conocer una variedad de respuestas explícitas y provocadas ayudan a disminuir la complejidad de las demandas sociales y facilitan el uso de estrategias compensatorias fortaleciendo la cognición social implícita que involucra habilidades de Teoría de la Mente, transmitir comprensión de la vida social y razonar y elaborar espontáneamente una respuesta de opción múltiple dada [2]. Por esta causa, la investigadora Frith sostiene que se pueden adquirir habilidades sociales a través del aprendizaje y experiencia[5], este hecho evidenciaría una de las razones por las que un niño y un adulto autista difieren en su competencia social aun cuando a este no deja de ser un reto permanente.
IDEAS PARA NAVEGAR |
Proporcionar información explícita y completa a la persona autista para evitar situaciones que vulneren su seguridad personal. |
Fortalecer la intuición social leyendo novelas o viendo películas de corte realista para analizar la trama, las motivaciones e intenciones de los personajes. |
REFERENCIAS