Las primeras referencias médicas al autismo, su significado han tenido múltiples modificaciones en función de los descubrimientos científicos y al cambio de paradigma sobre la comprensión del TEA. Pero hubo un giro muy importante en los años 80 tras la propuesta de Lorna Wing y Judith Gould en relación a la expansión del diagnóstico cuya diferencia con el modelo convencional era sutil en apariencia, pero radical en el fondo. A raíz de un estudio realizado en Londres se inció un cambio conceptual, mismo que permitió identificar pacientes que encajaban tanto en los patrones típicos descritos tanto por Kanner como por Asperger. Los resultados de dichos estudio evidenciaban el obstáculo que suponía el establecer límites categóricos entre los distintos pacientes detectados; lo que llevó a las autoras a considerar a las manifestaciones del autismo como un continuo. De esta forma el diagnóstico solo necesita centrarse en los patrones de comportamiento, la comunicación y la interacción social, excluyendo síntomas de otras trastornos y situándolos como comorbilidades; produciendo el conocido espectro autista. Esto quiere decir que la tríada de síntomas puede ser identificada independientemente del nivel de inteligencia y puede estar asociada o no a otros problemas médicos o psicológicos.
Esa fue la causa de integrar el trastorno autista, el síndrome de Asperger, el trastorno desintegrativo infantil y el trastorno autista no especificado en un solo trastorno, incorporando además, el término espectro para hacer referencia al fenómeno continuo del autismo. Este enfoque se consolidó con la quinta edición del DSM en 2013, fecha desde la cual la interpretación ha revolucionado el significado del autismo; ya que, orilla a señalar supuestos subtipos de autismo determinados por síntomas específicos y en cambio se centra únicamente en una clasificación en función de la ayuda requerida para el desarrollo personal (grados 1, 2 y 3).
En el entendido que no existe una delimitación o referencia de la forma e intensidad de los síntomas para establecer el grado de autismo, a continuación se un bosquejo comparativo del TEA para mostrar la gran variabilidad y heterogeneidad del espectro autista.
Por ejemplo, en relación a los intereses restringidos, esto puede ir desde algo tan sutil como la fijación con ciertos números, símbolos u horarios hasta la fijación en temas extensos del que no se pare de hablar e investigar. Existen casos de autistas con una enorme fijación por algún tema u objeto en particular, lo mismo túneles de lavado como dinosaurios cuando se trata de niños, como de tipos de plantas o libros cuando se trata de adultos. Independientemente del tema, la característica en común es la cantidad de tiempo invertida, la cantidad de información acumulada y el interés excesivo.
Por otro lado, debido a alteraciones a nivel neuroanatómico en el cerebro autista, es común que se presenten estereotipias o movimientos involuntarios. Suelen ser motoras y verbales, tan notorias como el balanceo, el aleteo de manos o la repetición de palabras (ecolalia); pero también tan imperceptibles ante otras personas, como apretar la mandíbula o aclarar la garganta.
También la forma de y grado de conexiones neuronales, hacen que las gnosias (reconocimiento del mundo mediante los sentidos), provoquen desde reacciones disminuidas (hiposensibilidad) hasta percepciones muy agudas (hipersensibilidad) de los estímulos; derivando tanto en altas capacidades como en deficiencias de las funciones cognitivas (agnosias). Por eso, puede haber desde una dificultad de reconocimiento visual hasta una percepción de luz y color más intensa; una detección olfativa y gustativa aguda que conduzcan a una alimentación selectiva; una hipersensibilidad táctil que produzca aversión al contacto físico o fascinación por ciertas texturas; o una agudeza auditiva que que otorgue tanto un oído absoluto como una aversión por ambientes altamente ruidosos.
En cuanto al lenguaje, no sólo se reduce al autismo verbal y no verbal sino que es una compleja variación de afectaciones. El TEA afecta la expresión que va desde la falta de verbalización al habla monótona y el uso estereotipado del lenguaje, así como la comunicación no verbal, como los gestos con las manos, el contacto visual y las expresiones faciales. También la lectoescritura y el tipo de vocabulario, pueden tener manifestaciones particulares como la hiperlexia y el uso de lenguaje culto. Además se presentan problemas con la comprensión literal, el significado y el ritmo de las palabras y frases en muy variados grados de afectación.
Suele pensarse que por igual existe una falta de empatía autista en la interacción social, sin embargo hay personas en el espectro que tienen un interés real por conectar con su círculo social mientras que otros muestran poco interés o dificultad para conectarse con las personas. Las diferencias de comunicación e interacción social no radican únicamente en el interés sino también en la falta de habilidades sociales, la dificultad para comprender y en el reconocimiento de emociones y propias y de otras personas (teoría de la mente), haciendo que socializar se convierta en un reto con distintas aristas.
Al respecto del coeficiente intelectual, al contrario de lo que sucede con la población en general en que casi el 70% de las personas tienen un nivel intelectual entre 70 y 110 puntos; solo 20% de los autistas están en ese rango. Alrededor del 40% de personas en el espectro tiene algún grado de discapacidad intelectual; y en el otro extremo de la balanza, un 40% de la población autista presenta altas capacidades intelectuales. Por eso si observamos una curva representativa del coeficiente intelectual, se observará una concentración al centro para los alistas, y dos sectores muy marcados a los extremos entre la población autista.
Por todo lo anterior, es común escuchar en la comunidad autista que "Cuando conoces a una persona con autismo, has conocido solo a una persona con autismo". Esta es una cita del Dr. Stephen Shore que refleja cómo el autismo es tan complejo en términos de diversidad.
Referencias
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