El estado completo de bienestar físico, mental y social denominado salud, a veces sufre alteraciones fisiológicas o mentales que se reconocen mediante señales que indican si algo está sucediendo o va a suceder en el organismo, y éstas puede ser de dos tipos: signo si es objetivo, observable y medible (como la temperatura o la frecuencia cardiaca), o síntoma si la propia persona los reporta (1).
La información que aporta un síntoma proviene en realidad de dos sujetos: de aquél que informa y de aquél que interpreta la información(2); y su finalidad estriba en revelar un estado anormal del organismo, pero existen dos escenarios posibles. El primero se le denomina enfermedad porque se conoce la evolución previsible y el tratamiento que pone fin a ese proceso patológico. El segundo escenario se le denomina trastorno, porque no es un proceso sino una situación natural y permanente del individuo por lo que se vuelven parte integral de la identidad de los sujetos a través de su historia de vida(3) y este es el escenario propio del Trastorno del Espectro Autista.
Por tal motivo, se ha extendido la idea de que los autistas no presentan síntomas sino rasgos (un término de Psicología para describir características de la personalidad) porque de esta forma no se alude a una enfermedad sino a una condición de vida (leer más en ¿rasgo o síntoma?). Esto ha incluso generado un movimiento para cambiar la palabra trastorno por condición, resultando entonces en CEA y no en TEA.
Pese a ello, en el mundo médico y para fines diagnósticos se mantiene la palabra síntoma y trastorno respectivamente, ya que una persona autista sí presenta un retraso o una desviación del desarrollo del funcionamiento cerebral (4) por lo cual se considera un trastorno del neurodesarrollo. En otras palabras, el cerebro y sistema nervioso de las personas autistas presentan diferencias en su anatomía y funcionamiento que conducen a conductas psicosociales que no se ajustan a un comportamiento normal o esperado. Se desconoce la causa precisa que ocasiona las alteraciones y diferencias a nivel de configuración y funcionamiento, tan solo se sabe que tiene un fuerte componente genético.
Hasta el momento no existe un marcador biológico (por ejemplo un análisis de laboratorio) que permita hacer un diagnóstico preciso e inmediato; tan solo se han observado diferencias en la configuración y funcionamiento del cerebro autista mediante resonancias magnéticas funcionales y estudios post mortem (leer más en ¿El cerebro autista es diferente?). Por esa razón, la opción para abordar las dificultades del TEA es la evaluación minuciosa de las manifestaciones debido a que con frecuencia coinciden con síntomas de otros trastornos generando diagnósticos erróneos.
Es cierto que muchos síntomas del TEA son susceptibles de una atención, adaptación o intervención terapéutica en el contexto del campo biomédico, pero al no existir un tratamiento que elimine el cuadro clínico completo no se considera curable y eso hace al autismo sea una condición y no una enfermedad. De hecho, una persona con un trastorno puede reconocer la cualidad incurable de su alteración biológica [...] con la que tiene que vivir y envejecer(3). Por eso, aunque ciertas manifestaciones autistas pueden atenuarse, controlarse o incluso camuflarse, la esencia autista permanece como expresión propia del individuo.
Por otro lado,
Referencias
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