Las enfermedades mentales son condiciones de salud que implican cambios en el estado de ánimo, las emociones, el pensamiento y el comportamiento. Debido a que el autismo está asociado a problemas comportamentales en el área social, suele creerse que es un desorden mental, pero se trata en realidad de un trastorno del desarrollo neuronal debido a un crecimiento atípico del sistema nervioso central.
Aunque en ambos casos, las habilidades para procesar la información se ven afectadas, la causa de las enfermedades mentales no se relaciona con un aspecto neurobiológico como sucede en el autismo, sino con una alteración en la química cerebral. De hecho, a diferencia de las enfermedades mentales que pueden ocurrir a cualquier edad, el autismo inicia desde la infancia y no está sujeto a factores ambientales como vivencias traumáticas o eventos estresantes. Por lo tanto, es posible que una persona autista experimente los síntomas típicos de la condición y además presente síntomas ansiosos, por ejemplo, a causa de un evento traumático.
Por eso no es raro, especialmente en adultos, que se otorgue primero un diagnóstico de una enfermedad mental antes de recibir el diagnóstico de Trastorno del Espectro Autista. Esto puede suceder porque el primer diagnóstico es erróneo o bien porque en la persona autista coexisten ambos trastornos (leer más en ¿Dos diagnósticos?). Considerando que el autismo es una condición de vida, a éste se le denomina trastorno primario o principal y al resto de los trastornos se les considera secundarios. La posibilidad de que esto ocurra se considera alta, un estudio efectuado en 2022 determinó que los autistas tienen el triple de posibilidades de padecer una condición psiquiátrica en relación a personas sin autismo; y dichas posibilidades se incrementan cuando el diagnóstico de TEA es recibido hasta la edad adulta (1).
La ansiedad generalizada, la fobia social y la ansiedad por separación, que forman parte del grupo de trastornos de ansiedad, son las comorbilidades más frecuentes. Los trastornos afectivos como el trastorno de acumulación, la bipolaridad, pero especialmente la depresión, son el segundo grupo de comorbilidades comúnmente detectadas en autistas. En ambos casos, la mayor incidencia se presenta entre los 30 y 40 años de edad; a diferencia de los trastornos disruptivos como el déficit de atención e hiperactividad, conducta disruptiva y conducta desafiante, que son más significativos antes de los 30 años (1).
Padecer una enfermedad afecta la capacidad de relacionarse con los demás y el funcionamiento general para enfrentar la vida diaria. Para una persona autista se adiciona a la situación emocional, un empeoramiento de los síntomas centrales del TEA, como deterioro social y comportamiento repetitivo(2). Las enormes dificultades que se generan con la sobre posición de síntomas con dos trastornos coexistentes, especialmente si alguno no está diagnosticado, incrementa la posibilidad de conductas suicidas. Un estudio efectuado en 2018 (3) reveló que los autistas tienen una tasa de intento de suicidio 3 veces mayor a la población general y hasta 9 veces más si se presenta un trastorno comórbido.
Esta compleja y delicada situación demanda profesionales de la salud especializados en autismo y con una formación sólida en diagnóstico diferencial. El tratamiento conjunto de enfermedades mentales y autismo, requiere un plan de tratamiento altamente individualizado que puede incluir a veces medicamentos y terapia, junto con cambios en el estilo de vida que respalden una buena salud mental.
Referencias
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