No solo un alto porcentaje de personas con TEA presenta un trastorno psiquiátrico a la par del autismo, sino también es bastante común que los autistas tengan 2 o más trastornos psiquiátricos comórbidos [1]. Sin una identificación completa, es posible que un autista no sea detectado como tal, porque se cree que solo se trata de una enfermedad mental; o bien, se descarta el trastorno mental atribuyendo el total de síntomas al autismo. Aunque las comorbilidades o presentación de trastornos simultáneos en adultos autistas son más la regla que la excepción, el reconocimiento de condiciones coexistentes son poco frecuentes y retrasan los diagnósticos oportunos o conducen a diagnósticos erróneos (leer más en ¿Dos diagnósticos?).
En el pasado era frecuente la tendencia a ofrecer una explicación unitaria que encajara con los síntomas enlistados en los manuales de diagnóstico psiquiátrico y por lo tanto era poco común que se reconocieran las comorbilidades. Hoy en día el nivel de detalle en tales manuales, ha mejorado los criterios para diagnosticar y ha permitido diferenciar un trastorno de otro; sin embargo, también ello ha provisto mayor cantidad de puntos en común de los diversos trastornos oscureciendo las diferencias entre las condiciones, y, por lo tanto, ha llevado a los médicos a pasar por alto las comorbilidades. Este fenómeno se conoce como eclipsamiento del diagnóstico y ocurre cuando un profesional de la salud asume que el comportamiento o síntomas de una persona forman parte de su discapacidad o condición más evidente sin explorar otros factores.
Normalmente el eclipsamiento del diagnóstico puede contribuir a un diagnóstico tardío de TEA en individuos con desregulación emocional concurrente [2], de tal forma que el autismo queda oculto detrás de un trastorno ansioso o depresivo, por ejemplo (leer más en salud mental y autismo). Pero también puede funcionar en la otra dirección, donde aquellos diagnosticados con TEA a una edad más temprana corren el riesgo de subdiagnóstico de problemas concurrentes [3], es decir, que los síntomas de otros trastornos, por ejemplo, de un trastorno obsesivo compulsivo, se atribuyan al autismo.
Pero independientemente en qué dirección se suscite la sobreposición de síntomas, se sabe que las tasas de coocurrencia de trastornos psiquiátricos superan con creces lo normalmente esperado en la población promedio. La Organización Mundial de la Salud (OMS) estima que el 12% de la población padece una enfermedad mental; pero esta cifra se dispara en la población con TEA alcanzado a poco más del 80% de adultos autistas [4] quienes tienen al autismo como trastorno primario y la enfermedad mental como trastorno secundario o comorbilidad.
El general, el eclipsamiento diagnóstico hace que los signos y síntomas sean, de manera inintencionada, ignorados o minimizados, tanto por las propias personas, las personas de los círculos más próximos como por los y las profesionales, no valorándolos como tal. Esta situación es mucho más frecuente en los trastornos del neurodesarrollo como el autismo y es uno de los principales responsables de la falta de diagnósticos clínicos precisos del Trastorno del Espectro Autista creando la posibilidad de que se produzca un círculo vicioso en el que el tratamiento del estado de ánimo y el estrés solo enmascare un déficit cognitivo subyacente o una diferencia que conduzca a patrones de "puerta giratoria" de acceso a la atención médica [5].
Desafortunadamente suele ser común el eclipsamiento diagnóstico que deriva en probabilidad de pasar por alto o descartar la posibilidad de TEA en ciertos individuos, particularmente en mujeres y aquellos de diferentes razas o etnias cuyas características se alejan del estereotipo autista [6]. Lo anterior sucede principalmente como consecuencia de la falta de actualización sobre nueva evidencia y comprensión del autismo, pero también por la gran diversidad del espectro autista y la complejidad que ello supone.
Cuando una persona con TEA tiene un trastorno psiquiátrico comórbido, muestra un empeoramiento de los síntomas centrales del TEA, como deterioro social y comportamiento repetitivo (Bellini, 2004, Wood et al., 2009, Sukhodolsky et al., 2008). A diferencia del autismo, para el cual no existe un tratamiento, gran parte de las enfermedades psiquiátricas son tratables o controlables. Entonces, aunque los síntomas centrales del TEA no tienen intervenciones psicofarmacológicas basadas en la evidencia, existen informes de mejoría en los síntomas de trastornos concurrentes que pueden mejorar indirectamente la sintomatología y los resultados generales del TEA [7].
El diagnóstico tardío, erróneo o faltante, puede tener consecuencias negativas para el individuo y su familia, ya que puede limitar su acceso a intervenciones y servicios apropiados que podrían ayudarlos a alcanzar su máximo potencial [7]. Por tanto, el beneficio de distinguir el autismo de otro trastorno psiquiátrico, incluye la mejoría de síntomas comórbidos y la reivindicación de la propia persona. Los profesionales de la psicología informan del cambio mental de sus clientes después de un diagnóstico correcto a nivel de identidad y advierten que, si se hace mal, puede conducir a una reducción del emponderamiento[8], que se traduce en menor toma de conciencia sobre recursos personales y menor autonomía para afrontar los desafíos de la vida diaria.
Referencias
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