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Foto del escritorLiz Montejano Fluchaire

¿Por qué hay tanta confusión con el término autismo?

Actualizado: 27 jun


Desde el inicio se ha presentado mucha vaguedad entorno al término autismo, especialmente porque el término se introdujo en la literatura médica para describir síntomas esquizofrénicos; lo cual perduró hasta la década de los años cuarenta. En esa época, de forma casi simultánea, dos médicos europeos realizaron importantes hallazgos en lo que ambos refirieron con autismo infantil.


Aunque ambos autores, Kanner y Asperger, señalaron problemas en la comunicación, procesos de adaptación social y movimientos estereotipados; sus conclusiones derivaron en dos síndromes aparentemente diferentes. El síndrome de Kanner, refería a lo que más tarde se definió como autismo clásico, en el que se observan las afectaciones más agudas y evidentes del autismo. Mientras que el síndrome de Asperger se reservó para pacientes sin afectación en el desarrollo del lenguaje e intelectual; a lo que más tarde se denominó autismo leve.


Durante las décadas siguientes, todo avance sobre la comprensión del autismo suponía un replanteamiento del concepto de la condición pero también sobre los criterios diagnósticos que lo diferenciaban de otros trastornos. Incluso en los años setenta, se aborda de nuevo las similitudes con la esquizofrenia y más tarde con la psicosis; hasta que finalmente de Rutterm Ritco y Freeman definen diferencialmente los criterios diagnósticos, separando definitivamente al autismo de la psicosis y la esquizofrenia.


Esta fluctuación, se vio reflejada en el manual americano de psiquiatría DSM; ya que primero, el autismo fue clasificado como una afección general del desarrollo donde el cociente intelectual jugaba un papel estratégico en el diagnóstico. Más tarde, en la década de los 80, aparece la tercera edición del manual donde el "trastorno generalizado del desarrollo" (TGD) se subdividía conforme al momento de aparición de los síntomas. En esa misma época, las científicas Wind y Gould señalaron que en el autismo existe un continuo y no separaciones diagnósticas. Esta conclusión surgió a raíz de la revisión comparativa de investigaciones previas sobre el autismo; identificando que las discrepancias conceptuales únicamente revelaban un la mayor o menor intensidad de los síntomas. En ese sentido, también el psicólogo español Ángel Riviere defendió la idea de que el autismo era un continuo de diferentes dimensiones, enfatizando dos puntos claves:

-Existen tantos autismos como personas con autismo.

-Existen también gradientes, con puntos fuertes y otros débiles.


Sin embargo, tomó 20 años para que se concibieran las distintas perspectivas del autismo bajo un mismo paraguas, hoy conocido como Trastorno del Espectro Autista. Pues todavía en el año 2000, la cuarta edición del DSM nomenclaba por separado al trastorno autista, trastorno de Asperger, trastorno desintegrativo infantil, trastorno de Rett y trastorno generalizado del desarrollo no especificado. Solo hasta el año 2013 se planteó una única categoría, cuyo finalidad es diluir las diferencias por intensidad de los síntomas, ofreciendo la posibilidad de concebir al individuo en distintos puntos del espectro acorde a sus condiciones y manifestaciones únicas (leer más en El autismo antes de ser espectro).


paraguas diagnóstico del TEA

Aunque esta nueva concepción del TEA ha tenido efectos positivos a nivel diagnóstico, ha supuesto un reto en la visibilización de la condición ya que la idea generalizada sobre lo que significa autismo está arraigada en las primeras investigaciones sobre autismo severo o clásico. Tales concepciones conducen a desestimar, tanto por público en general como por los mismos profesionales de la salud, la posibilidad de que un adulto con familia y trabajo pertenezca al espectro autista. Por esta razón, muchas personas que recibieron su diagnóstico como síndrome de Asperger, no sólo continúan identificándose con él sino que además se aferran a él, pues de otra manera, su diagnóstico y validación sobre su condición quedarían disminuidos e incluso descartados.


Lo anterior explica no sólo la confusión entorno al concepto del autismo, sino también las numerosas publicaciones de autistas que buscan evitar la invalidación de la condición tan solo por no presentar síntomas evidentes o seriamente discapacitantes a ojos de la sociedad.


confusión laberinto


Referencias

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